Según la RAE…

“Una creencia es un firme asentimiento y conformidad con algo, es decir, una idea que se considera como verdadera”.

Aunque te parezca increíble, las creencias son uno de los filtros que más poder tiene sobre nuestra realidad, ya que cuentan con mucha fuerza para decidir qué vamos a dar por cierto y qué vamos a rechazar con respecto a la información que recibimos. Básicamente, nuestras creencias deciden quiénes somos, cómo es el mundo que nos rodea, cómo son los demás,y qué podemos esperar de la vida y de nosotros mismos.

Es como si fueran una especie de gafas por las cuales miramos al mundo y por las que también nos miramos a nosotros mismos. Estas gafas se han ido conformando a través de una serie de experiencias, de educación, de emociones, de relaciones con otras personas, de decisiones y de aprendizajes. Con ellas vamos por la vida interpretando todo lo que nos pasa y a partir de ahí nos vamos formando creencias nuevas, rechazando las que ya no nos parecen ciertas y asentando más las que sí nos lo parecen.

Nos atrevemos a decir que las creencias son una parte esencial del alma humana, porque forman parte de nuestra visión de la realidad y del mundo y también porque son parte de nuestra brújula emocional pues nos ayudan de forma importante en la toma de nuestras decisiones.

¿De donde vienen las creencias?

Se remontan a nuestra más tierna infancia.  La conformación de una creencia nace desde el interior de una persona y también se ve influenciada por factores externos y del entorno social. Según las investigaciones científicas, las más significativas han sido adquiridas durante nuestro proceso de crecimiento entre los 3 y 8 años, ya que es la etapa en el que se está formando nuestra personalidad. Existen 4 fuentes que originan nuestras creencias

La programación verbal:

Son todas las palabras, conversaciones, mensajes que hemos recibido a lo largo de nuestra vida y que nos han marcado de alguna forma.  Somos seres que nos manifestamos a través de nuestro lenguaje y por ello todo lo que decimos y escuchamos queda grabado en la memoria de las personas con las que nos comunicamos.

 Los modelos de referencia:

Se trata de todos los comportamientos, hábitos,formas de pensar, formas de ser, creencias y actitudes que hemos observado en las personas que nos educaron y que han sido un claro ejemplo para nosotros.

 Incidentes concretos:

Son aquellas situaciones límite o muy significativas que hayamos vivido y que nos hayan marcado o influido para que actuemos de determinada forma. Por ejemplo, el hecho de haber tenido un hijo, casarnos, un viaje que nos haya marcado de forma positiva y luego, por otro lado, el haber vivido una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, una desilusión amorosa, un despido en el trabajo, etc…

El inconsciente colectivo:

Lo que se comenta y afirma en la sociedad, lo que dicen los medios de comunicación y las redes sociales, también influye poderosamente en las personas, de tal forma, que muchas veces consigue opacar los resultados deseados. En algunos casos, nos hemos convencido de que esas creencias son la verdad absoluta y nuestro inconsciente las arraiga profundamente, de tal manera, que se convierten en una especie de status quo.

Entonces, ¿los pensamientos, creencias y sentimientos están interrelacionados?

 Sí, totalmente. Mira, la forma de operar de las creencias funciona así: un pensamiento que proviene de una creencia generaun sentimiento, y el sentimiento a su vez crea un pensamiento. Si seguimos repitiendo este patrón una y otra vez, el cuerpo va a memorizar ese estado. Los pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones –incluidos los que causan infelicidad. A modo de resumen, si seguimos teniendo los mismos pensamientos, tendremos los mismos hábitos y las mismas emociones que a su vez generarán la misma personalidad y por tanto, la misma realidad.

Un aspecto interesante es lo que ha descubierto la neuropsicología: nuestro cerebro aprende a saber qué esperar de cada momento; por ejemplo, si espero que en la próxima reunión de trabajo no voy a ser capaz de expresarme adecuadamente porque resulta que una vez en la Universidad no fui capaz de hablar en público de forma exitosa, entonces, ni siquiera voy a intentarlo.

Por tanto, las ideas o pensamientos actuarán como profecías auto cumplidas, y serán una especie de puertas o barreras, que van a dirigir nuestro comportamiento en la dirección esperada. Por ejemplo, si crees que puedes conseguir lo que te propones, te pondrás en acción, mientras que, si estás convencido de que no es posible lograrlo, lo más probable es que no hagamos nada. Este fenómeno, denominado “Efecto Pigmalión”, demuestra la importancia de nuestras creencias en la determinación de nuestra conducta y en la de los demás, dirigiéndola en la dirección que esperamos.

Por eso es fundamental que tomemos conciencia y trabajemos nuestras creencias, ya que son las responsables de nuestro comportamiento. La consecuencia de dejar nuestra vida en manos de éstases la pérdida de oportunidades de crecimiento personal, profesional y espiritual.

¿Las creencias pueden potenciarnos o limitarnos?

Si, las creencias limitantes son aquellas ideas, opiniones o pensamientos negativos que nos impiden desarrollarnos y crecer, y que en definitiva no potencian nuestro comportamiento hacia conseguir nuestros sueños y objetivos. Por ejemplo, una creencia limitante sería “Yo soy introvertido y tímido”. Esa creencia nos llevaría a evitar a toda costa situaciones que impliquen hablar en público o delante de un grupo numeroso de personas, por tanto, no nos invita a mejorar y qué decir si nuestro sueño es ser formador…

Las creencias limitantes tienen una influencia condicionante en nuestra vida, sin embargo, es posible cambiarlas y transformarlas en creencias potenciadoras que nos impulsen a avanzar y llegar hasta donde queramos llegar.

Cuando trabajamos sobre los objetivos personales o profesionales, es necesario gestionar las creencias limitantes:  por ejemplo: “A mi todo mesale mal”, “No soy capaz de hacer nada de lo que me propongo”, “Esto no se me dá bien”, “No tengo edad para ponerme a estudiar”, “Nunca conseguiré un trabajo”, “No puedo hablar en público”

Al contrario de las creencias limitantes, las creencias potenciadoras son esos pensamientos que nos decimos a nosotros mismos y que guían nuestro comportamiento hacia cosas positivas. Este tipo de creencias nos ayudan de forma importante a mejorar nuestra autoestima y nuestra confianza ya que nos ayudan a potenciar nuestras capacidades y habilidades. De esta manera, nos aportan seguridad e iniciativa para poder llevar a cabo nuestros sueños y objetivos personales y profesionales.

Por ejemplo, una creencia potenciadora sería “Yo puedo aprobar este examen”. Tener ese pensamiento aumenta nuestra autoestima, nos eleva la confianza y permite que tengamos una alta motivación.

¿Cómo podemos cambiar nuestras creencias?

  1. Abrir nuestra mente

La primera acción que podemos emprender para realizar cambios en nuestra vida, es estar predispuestos a abrir un nuevo capítulo en nuestro libro de la vida. Y valorar la posibilidad de que todo lo que hemos escrito en el pasado, pueden ser sólo simples hipótesis y no leyes escritas en piedra, y por lo tanto se pueden cambiar.

  1. Querer cambiarla

Muchas veces esa creencia está ahí porque cumple una función para nosotros: protegernos, evitar que nos hagan daño, darnos espacio, etc. No siempre se quieren cambiar las creencias porque cambiar es costoso y mucha gente prefiere quedarse en su zona de confort. Por tanto, la primera pregunta que nos tenemos que hacer es¿quieres deshacerte de esa creencia o no? Si la respuesta es si, es el primer paso para empezar a cambiarla.

  1. Cuestionar la creencia que nos limita

Preguntarnos: ¿En qué me perjudica?, ¿En qué me beneficia?, ¿Esta creencia es 100% cierta?, ¿Cómo sería mi vida sin esta creencia?

  1. Sustituirla por una creencia potenciadora o estimulante

No vale con deshacerse de la vieja creencia y ya. Esa creencia sigue estando en nuestra mente, sigue resonando como un eco y, si no la callamos, volverá a hacerse fuerte. La idea es cambiarla por otra creencia que cumpla la misma función pero que sea potenciadora. Será más fácil mediante preguntas: ¿Cómo sería mi vida si creyera esto nuevo?, ¿Creer esto nuevo me acerca a lo que quiero conseguir?¿Cómo sería mi vida con esta nueva creencia?

  1. Entrenar o repetir la nueva creencia hasta incorporarla. 

La vieja creencia se ha forjado durante mucho tiempo… quizá años. Si durante años has estado pensando una cosa, es muy difícil querer cambiarla de la noche a la mañana. Es necesario coger la nueva creencia y repetirla hasta hacerla realidad, y cuando detectes que vuelves a pensar en la antigua, recuérdate “No, esa era la vieja creencia, que he decidido sustituir por esta otra”.

Somos dependientes de nuestras emociones, si cambiamos nuestras creencias podremos cambiar el sentido que le damos a nuestra vida, recuerda que lo que crees, creas.

Si decidimos reprogramar las creencias y percepciones que tenemos sobre cómo es la felicidad, la paz, la abundancia, ¡podemos conquistarlas!

Para afrontar la vida de forma más satisfactoria es bueno analizar todas nuestras creencias y clasificarlas de acuerdo con la información disponible en cada momento, en limitadoras y potenciadoras. ¡Trabaja las potenciadoras!, de este modo podrás alcanzar el éxito y superar las crisis.

¡Te invitamos a que le prestes mucha atención a las creencias, pues ellas te van a influir a la hora de mejorar cualquier faceta de tu vida que te propongas!

¿Has probado alguna de estas claves?, ¿Quieres aportar alguna más?

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